Los términos "Carrera de Armamentos" y "Dilema de la Seguridad" son dos de las claves fundamentales para comprender la Seguridad Internacional. A pesar de su importancia capital, junto a otras claves, uno puede leer muchos manuales de Relaciones Internacionales en idioma castellano sin que lleguen a nombrarse.
La carrera de armamentos conecta profundamente con la Seguridad Internacional a través de la difundida (y fuertemente contestada) hipótesis de la relación de causalidad entre esta y el desencadenamiento de las guerras. La presente entrada se centrará en la carrera de armamentos, mas esta no puede entenderse sin el dilema de la seguridad. Esto es así debido a la propia definición y naturaleza de dichas carreras, en la que los Estados adquieren armamentos para lograr el poder o la seguridad. Siguiendo la obra de Barry Buzan "Introducción a los Estudios Estratégicos", pueden enumerarse cuatro características fundamentales de esas carreras. 1- Son procesos repetitivos, 2- competitivos, 3- recíprocos y 4 hostiles. Ya que según Steiner "las carreras de armamentos son procesos de ajuste repetido, competitivo y recíproco de la capacidad de hacer la guerra". Y según Colin Gray las carreras de armamentos ocurren cuando "dos o más grupos que, percibiendo que entre ellos existe una relación de hostilidad, incrementan o mejoran sus armamentos con rapidez y estructuran sus posturas militares respectivas prestando una atención general al comportamiento militar y político de los demás grupos, teniendo en cuenta el pasado, el presente y la situación previsible en el futuro".
El Dilema de la Seguridad hace referencia a la sencilla idea de que un Estado, al incrementar su capacidad militar contra la amenaza de otro Estado, lo que puede conseguir es en realidad el efecto opuesto, ya que el segundo Estado puede percibir ese incremento como una amenaza al ver empeorado en su contra el balance militar, y decida en consecuencia incrementar su capacidad militar como respuesta. Esto a su vez puede generar que el primer Estado vuelva a incrementar su capacidad bélica. Entrando ya en un proceso repetido, competitivo (el objetivo es "ganar" la carrera), recíproco (los dos Estados se prestan atención y recursos) y hostil (subyacen intensiones agresivas, como en la relación USA-URSS, no como en la relación USA-Canadá)(La relación USA-Canadá en el seno de la OTAN sería de un proceso repetido, cooperativo, recíproco y de aliados).
Siguiendo a Esther Barbé y Orietta Perni en "Más allá de la Seguridad Nacional", el dilema de la seguridad es una noción muy básica, introducida por John Herz en 1951. Se trata de una noción estructural según la cual los intentos de autoprotección de los Estados para preservar sus necesidades de seguridad tienden, a pesar de no ser esa su intención, a despertar sentimientos de inseguridad en los demás. En los años 70 Robert Jervis enriqueció analíticamente el concepto al dar un peso importante a factores subjetivos (psicológicos), no intencionales y de los aspectos interdependientes en las relaciones de seguridad.
Dos Estados en conflicto político, A y B, con una distribución de poder militar de 8 y 10 respectivamente, si A pasa 10, B bien puede interpretar esto como el paso de una situación de seguridad a otra de inseguridad, y pasar a 13, lo que podría hacer que A pase de sentirse seguro a inseguro y tratar de llegar a 13 o más. No en vano a este modelo para explicar el gasto en defensa de los países se le ha llamado de Acción/Reacción. Y puede seguir hasta que uno se retire, se alcance el nuevo equilibrio aceptado por ambos o se produzca una guerra que decida el conflicto político. Podemos ver claramente un detonante, el Estado A, la relación entre dos variables (que pasan de dependientes a independientes tras cada turno), que consisten en la capacidad militar de los Estados A y B, y la presencia de una variable interviniente (el número y proporción relativa de las capacidades militares).
Buzan pone el conocido caso de la carrera naval entre los Imperios británico y alemán antes de la Primera Guerra Mundial. En 1912 Gran Bretaña anuncia que superaría la construcción alemana de dreadnoughts en una proporción de 8:5 y construiría además dos buques equivalentes por cada uno extra que el país germano añadiese a su programa de construcción naval. Esto hace referencia a la magnitud de la carrera. Magnitud, Ritmo y Concienciación son tres conceptos para describir una carrera armamentística.
La Magnitud es el tamaño de la reacción que se produce en una carrera. Que pueden ser de sobrepasar a su rival, igualarlo, incrementar el esfuerzo pero por debajo del de su rival, o incluso reducir su fuerza. El hecho de reducir la capacidad militar puede responder tanto a una carencia de recursos, como el tratar de mostrar buena disposición para el pacto. Esto enlaza con las motivaciones que tienen los Estados para hacer la carrera de armamentos.
La Concienciación es el nivel de sensibilidad de los actores de su impacto mutuo, para que ello permita la posibilidad de gestionar su relación de tal modo que se consiga el equilibrio evitándose la sobrerreacción. Ya sea bilateralmente mediante la negociación de acuerdos para frenar la dinámica de armamentos; o bien unilateralmente, esto es, mediante acciones tomadas por uno de los bandos y encaminadas a evitar el aumento de la sensación de amenaza que supone para el contrario.
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El Modelo de Richardon sobre la carrera de armamentos.
(Extraido de "Análisis político empírico", Jarol B. Manheim y Richard C. Rich) En 1918, el meteorólogo británico Lewis F. Richardosn volvió del servicio de ambulancias de la primera Guerra Mundial muy impresionado por la violencia y destrucción de las que había sido testigo. Estaba resuelto a aplicar sus considerables conocimientos matemáticos y las modernas técnicas científicas al estudio de la guerra. Como la Primera Guerra Mundial había ido precedida de una carrera de armamentos, Richardson concentró su atención en este fenómeno. Por sus trabajos de física, estaba familiarizado con las ecuaciones diferenciales, que se utilizaban para construir modelos de los procesos dinámicos. La carrera de armamentos -pensó- también era un proceso dinámico y se podía abordar con un modelo matemático.
Después de ensayar con una docena de formulaciones matemáticas detalladas, Richardson acabó por establecer un modelo relativamente simple que sólo comprendía tres factores. En primer lugar, la nación X se siente amenazada por las armas de su adversario, la nación Y. Cuanto mayor sea el número de armas que posee Y, mayor será el número de armas que X querrá adquirir para hacer frente a esa presunta amenaza. Pero, al mismo tiempo, la nación X debe atender las necesidades sociales básicas y no puede consagrar toda su capacidad económica a la fabricación de armamento. Por lo tanto, cuanto mayor sea el volumen de armas que posea X menos armas suplementarias podrá adquirir, dada la carga que suponen los gastos. Por último -razonó Richardson-, hay ciertos agravios anteriores que influyen en la cuantía global del armamento pero en los que no influye la cuantía actual. La misma lógica que es aplicable a la nación X, se aplica también a la nación Y, que tiene una ecuación similar. Metemáticamente, este razonamiento se reduce a:
Xt+1 = kYt - aXt + g
Yt+1 =mXt - bYt + h
Los términos Xt e Yt, son los valores de los niveles de armamento en el tiempo t, y Xt+1 e Yt+1 son los valores para el tiempo t+1. Los coeficientes k, m, a y b son todos positivos; g y h son positivos o negativos según que las naciones X y Y sean básicamente hostiles o básicamente amigas una de otra. La amenaza se expresa en el modelo por los términos kYt y mXt, pues cuanto mayores sean estos números, más armas tendrá el lado opuesto. Los gastos se expresan en el modelo por los término -aXt y -bYt, ya que estos términos reducen el nivel de armamento el año siguiente. Por último, las constantes g y h representan el agravio en el modelo, y se consideran fijas en el mismo.
Lo admirable del modelo de Richardson es que es autónomo: si se conocen los valores de los coeficientes y los niveles de armamento X e Y correspondientes a un año, se pueden predecir los niveles de armamento X e Y correspondientes a un año, se pueden predecir los niveles de armamento de todos los años futuros. En teoría, esto confiere al modelo la posibilidad de predecir el futuro, y Richardson pensó que si los políticos podían predecir guerras venideras, podrían aprender a evitarlas.
La asombrosa originalidad de su labor fue ignorada furante décadas. Prosiguió sus esfuerzos, a lo largo de su carrera, en el campo de las matemáticas de las relaciones internacionales, y aun después de jubilado, pero no obtuvo el reconocimiento de los círculos científicos o políticos. Richardson murió en 1953, famoso por sus trabajos de meteorología matemática, pero desconocido en el ámbito de la ciencia política.
A finales de los años 50, un grupo de expertos en ciencias sociales de las Universidades de Chiacago y Michigan redescubrió la labor de Richardson y empezó a publicar sus trabajos. El Journal of Conflict Resolution le dedicó un número completo. Se publicaron en edición adaptada sus dos manuscritos microfilmados. Statistics of Deadly Quarrels y Arms and Insecurity, y su obra se convirtió en piedra angular de la nueva especialidad de las relaciones internacionales matemáticas. En los años 70, el modelo ya había sido ensayado en docenas de carreras de armaentos difirentes y centenares de variantes.
Y funcionaba, aunque, por supuesto, no a la perfección: las carreras de armamentos se producen por una complicada serie de razones, y ningún modelo las recoge todas por sí solo. Pero. en general, el modelo da buenos resultados en las predicciones a corto plazo y -lo que es más importante- ningún otro modelo autónomo funciona mejor. Desde la confrontación europea entre la OTAN y el Pacto de Varsovia a las masivas carreras de armamentos de los conflictos del OrienteMedio y la trágica guerra de 30 años en el sudeste asiático, el modelo de Richardson sobre la carrera armamentista recoge todas sus características. Y, gracias a ello, se descubrió otra aplicación empírica del modelo.
Una característica importante del modelo de Richardson es la llamada estabilidad. Esta, en su forma más simple, determina si la carrera de armamentos progresa en proporción creciente o en proporción decreciente (Con la estabilidad se describe también lo que sucede con la carrera de armamentos si se ajusta a un nivel de armamento mutuamente aceptable, llamado punto de equilibrio, y por alguna razón se modifica el valor de ese nivel, una carrera de armamentos estable volverá al equilibrio, y una carrera de armamentos inestable se apartará más de él). La figura 12.2 presenta dos ejemplos de carreras de armamentos: la carrera estable entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, y la carrera inestable entre Irán e Iraq. En ambos gráficos se indican los gastos militares expresados en los anuarios del Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz, Estocolmo (SIPRI). En una carrera inestable, una vez que los niveles de armamentos empiezan a aumentar, continúan aumentando indefinidamente. En el modelo, van hacia el infinito; en la carrera de armamentos real, la guerra suele intervenir antes.
La evitación de la guerra era, por su puesto, lo que al principio impulsó a Richardson a construir el modelo. Este resulta ser un instrumento bastante correcto para predecir la guerra, pues casi todas las guerras modernas van precedidas de carreras de armamentos inestables. Richardson lo postuló en su obra original, y se ha verificado en estudios más sistemáticos.
A finales de los años 70, Michael Wallace comprobó que la inestabilidad de la carrera de armamentos guardaba estrecha relación con la guerra. Empleando una definición de la carrera de armamentos algo más complicada que la de Richardson, pero basada en los modelos de éste, Wallace constató que de 28 disputas internacionales graves que se habían producido en el período 1816-1965 con implicación de carreras de armamentos, 23 habían desembocado plenamente en una guerra. Y de 71 disputas sin intervención de carreas de armamentos, solamente tres habían terminado en guerra.
Otro ejemplo servirá también para ilustrar este punto. En 1976, W. Ladd Hollist estudió cuatro carreras de armamentos utilizando el modelo de Richardson y los datos sobre gastos militares aportados por el SIPRI. En las carreras de armamentos habían participado, en el período de 1948 a 1973, Estados Unidos y la URSS, India Y Pakistán, Irán e Iraq, e Israel y Egipto. De las cuatro, todas eran inestables excepto la de EE.UU.-URSS, lo que planteaba un cierto problema. Las de India-Pakistán e Israel-Egipto fueron inestables y habían desembocado en la guerra, como predijera Richardson. La de EE.UU.-URSS fue estable y no había dado lugar a la guerra, también según lo predicho. Pero Irán e Iraq habían mantenido carreras de armametnos sin que de ello se derivase una guerra. Esta descrepancia se resolvió en 1980, cuatro años después de que Hollist publicara su artículo, cuando la larga y porfiada disputa entre Irán e Iraq desencadenó finalmente la guerra. Su carrera de armamentos había sido estable hasta finales de los años 60 y no se destabilizó hasta finales de los 70, lo que venía a afinar la predicción anunciadora de la guerra.
El modelo Richardson sólo es uno de una numerosa clase de modelos dinámicos en los que se recoge el desarrollo de un proceso a lo largo del tiempo. Muchos de estos modelos se elaboran mediante ecuaciones diferenciales, muchos adoptan técnicas empleadas para la construcción de modelos del crecimieto demográfico y otros procesos biológicos. Son aún más complejas las simulaciones por ordenador dinamicas, en las que se utilizan amplios conjuntos de ecuaciones demasiado complicados para resolverlos algebraicamente. Con frecuencia, las simulaciones por ordenador tratan de naciones enteras o sistemas políticos y económicos globales, y se utilizan cada vez más para abordar los escenarios hipotéticos de las políticas públicas nacionales e internacionales.
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Desde la perspectiva que nos aporta Richardson, descubrimos los objetivos que debiera seguir la política exterior es la de que, en caso de conflicto entre Estados, si se quiere lograr la Seguridad Nacional, no debe tratarse de aumentar nuestro poder a costa de nuestros rivales. Por contra, debe construirse una arquitectura internacional de tratados y regímenes internacionales que mantenga la dinámica de armamentos estable y en equilibrio. De ese forma, nadie se sentirá amenazado o en la antesala de una agresión, y nadie tendrá capacidad militar con la suficiente ventaja como para ganar una guerra con alta probabilidad de éxito. En crear unas reglas que moderen el natural y primitivo comportamiento depredatorio y competitivo de los Estados (como la política de bloques de la guerra fría, que excluía ese comportamiento en el teatro europeo, pero que la ausencia del mismo fuera de Europa llevó a una dura pugna geopolítica), y en ratificar tratados que limiten y controlen los niveles de armamentos. El conflicto queda así constreñido a las reglas implícitas del sistema interncional, y nadie se verá tentado de comenzar una guerra cuando se encuentre en el momento favorable de una carrera de armamentos (por ejemplo, cuando el Estado B contaba con ventaja de 13 a 10 y temía que A le igualara o le sobrapasase), al mantenerse la carrera de armamentos estable y en su punto de equilibrio.
En la literatura de los estudios estratégicos, la situación descrita tiene un concepto propio, el de la "estabilidad o inestabilidad de la crisis". El concepto, creado a raiz de la evolución de la Estrategia Nuclear y de la teoría de juegos que innaguró von Neuman, dice que una crisis es inestable cuando uno de los dos jugadores encuentra un gran beneficio en atacar primero. Este beneficio sería la capacidad de destruir en ese ataque las fuerzas estratégicas nucleares enemigas (ver en "Teoría de Juegos y Seguridad Nacional" de Steven J. Brams, Marc Kilgour) El descubrimiento de ese efecto estratégico, llevó al desarrollo de las fuerzas de segundo ataque que mantuvieran el equilibrio disuasivo, al asegurarse el que un mínimo de capacidad de represalia de destrucción masiva sobreviviera a ese primer ataque. Ello llevó a un marco estratégico estable (ni la URSS ni USA conseguían beneficios de un primer ataque, ya que no conseguirían desarmar al contrario y ganar la guerra), estabilidad que permitió el desarrollo de tratados de limitación de armamentos que desembocarían en los SALT, ABM e incluso en el actual FACE (todas las conversaciones de esos tratados comenzaron a fines de los años 60). Y aunque es muy cierto que el concepto de inestabilidad de la crisis tiene en cuenta aspectos mucho más complicados que el gasto en defensa o la cantidad de capacidad militar desplegada, no es menos cierto también que es una manera válida de interpretar por qué las carreras de armamentos inestables, muchas veces terminan degenerando en guerras, ya que el desequilibrio (en cualquiera de sus modalidades) siempre fomenta la agresión.
Pero las carreras de armamentos no son lás únicas protagonístas a la hora de desencadenar las guerras. Por más que Michael Wallace en contrara que ente 1816 y 1965, de las 28 disputas internacionales graves que tuvieron carreras de armamentos 23 terminaran en guerras. Y que de 71 disputas sin intervención de carreras de armamentos, solamente tres habían terminado en guerra. Lo más probable es que estemos ante una mera verdad estadística, sin que ello de detalles de una verdadera relación de causalidad, por lo que esa estadística sólo estaría describiendo una correlación espúrea. Por lo que los incrementos de gastos en defensa, solamente revelarían la natural preparación material que ocurre y es necesaria antes de comenzar cualquier empresa (sea o no militar). Además que existe una gran controversia sobre la metodología estadística empleada para dar esas cifras, entre los que emplean la metodología matemática inspirada por Richardson, o estudiosos de la estrategia de corte más ortodoxo como Colin Gray o Huntington. No obstante, en la última guerra entre Estados (la ocurrida entre Georgia y Rusia) puede afirmarse que estuvo precedida por una carrera de armamentos. En la adquisición de nuevo material por parte de Georgia, y en el despliegue, concentración y preparación de fuerzas en la región del arsenal de Rusia (y que por su tamaño no necesitaba adquirir material sino meramente redirigirlo).
Además de las carreras de armamentos, son fundamentales 1- las características de las armas y sus cantidades (es decir, lo que se llama caracter provocativo del armento), 2- los tratados sobre armas (control de armas, prohibición, limitaciones a su concentración, medidas de vigilancia, etc), 3- las alianzas y 4- las reglas informales de conducta. Y tampoco hay que olvidar que la mayor parte de las guerras ocurridas desde la Segunda Guerra Mundial no han ocurrido entre Estados sino que han sido guerras de descolonización, insurgencias y guerras internas. Aunque también hay que decir que las guerras internas suelen tener un impacto comparativamente pequeño en la seguridad internacional, debido a que no suelen afectar a los equilibrios internacionales principales entre las Grandes Potencias.
Desde mi perspectiva personal, diríase que las carreras de armamentos sólo reflejan la preparación material que viste, de forma casi necesaria, toda motivación hostil y de agresión. Una motivación hostil y de agresión que no tiene que ser bilateralmente fomentada. Basta con que un de los dos Estados crea tener alguna clase de derecho a apropiarse de algo, que el otro Estado considera que le pertenece a sí mismo, o que no pertenece al "agresor". Eso sería suficiente para impulsar una carrera de armamentos que se volvería inestable.
Los ejemplos que ponen Manheim y Rich son sumamente esclarecedores. En caso de la OTAN contra el Pacto de Varsovia, la carrera fue estable porque el objetivo del bloque occidental fue el de la mera contención. Occidente nunca su propuso un "roll back". El bloque que controlaba Moscú tampoco se propuso seriamente arrollar al occidente en el teatro europeo. En el caso de Irán-Irak, la política que siguió el Sha tras la retirada británica de sus bases del golfo pérsico, fue la de alcanzar la hegemonía regional, apoyado como estaba por la política exterior de USA de la "doctrina de los dos pilares" (Arabia Saudita e Irán controlarían el golfo y mantendrían alejados de los antioccidentales nacionalistas árabes por un lado, y de la URSS por el otro). Irán se embarcó en una agresiva campaña de adquisición de armamentos, hizo la guerra (no declarada) a Irak para controlar el Shatt el Arab, y se apropió de varias islas. La "derrota" de Irak se formalizó en un pacto en el año 75 muy desfavorable respecto a los intereses iraquíes. El canciller iraquí que firmó el humillante tratado se llamaba Saddam Husein. Persona que posteriormente aprovechó los desórdenes internos iraníes para reparar el daño, y apropiarse de una parte de Irán.
Si como estamos viendo, es el conjunto de las motivaciones (como por ejemplo, dominar el golfo pérsico), las percepciones sobre las amenazas, los beneficios, los costos y las probabilidades de lograr los objetivos propuestos mediate la agresión militar, el verdadero motor que impulsa las carreras de armamentos (siendo el combustible de dicho motor los recursos demográficos, económicos y de industria de defensa). Estas carreras no serían sino el mero epifenómeno del "Interés Nacional". Mas también hay que decir que son las diferentes características de cada epifenómeno particular (de cada carrera de armamentos) las que hacen que las carreras sean estables o inestables, y que hagan que la situación sea también estratégicamente estable o no (que haya o no altas probabilidades de obtener un gran beneficio con un ataque). Siendo el estudio detallado de dicho epifenómeno (y de los otros elementos como el caracter ofensivo-provocativo de las armas y sus cantidades, etc), lo que ayude a explicar que la guerra no sea un mero error de cálculo, sino el que a veces sea una opción racional del Interés Nacional (como también puede serlo la mera contención y la búsqueda del equilibrio). También contribuye al mejor entendimiento de las Potencias al proporcionar un lenguaje universal para las relaciones entre las mismas, y a que no se produzcan guerras y conflictos inenesarios por errores de cálculo, o por no tener en cuenta las sobrerreacciones que nuestros actos pueden tener en nuestro rivales.
Pero afrontar la política exterior como una mera labor para lograr la Seguridad Internacional por la vía de resolver el Dilema de la Seguridad (el de revertir el proceso de la desconfianza en nuestro rival que genera el que nos armemos) es un cuestión valorativa. Lo que valoremos como Interés Nacional para guiar nuestra política exterior, puede ser tanto lo anterior, como el promover la democracia por todas las vías convenientes de cada ocasión (incluso llegando a invadir países para ello, que no siempre se llega a ese extremo), tal y como haríamos los neoconservadores. Los neoconservadores argumentaríamos que son las diferencias ideológicas, (el que al menos uno de los dos países con intereses en conflicto y en carrera de armamentos no sea una democracia, ya que las democracias muy difícilmente se hacen la guerra entre sí), lo que fuerza que el Interés Nacional busque el modo violento de solucionar el conflicto y salir victorioso de la lid. Por lo que la verdadera Seguridad Internacional no sería tanto mediante tratados de no proliferación, control de armamentos, etc, sino el de incrementar el número de Estados con formas de gobierno democráticas, y el que las democracias tengan la superioridad militar contra las dictaduras (y así mantenerlas en disuasión). Los pactos de limitación armamentística como intentos para lograr la Seguridad Internacional, se darían de bruces con el hecho de que las grandes contradicciones de Interés (Nacional) entre las Potencias, hace que en la mayoría de los casos, mas bien pronto que tarde, dichos tratados sean ignorados, ya de manera soterrada o abierta, y comiencen a rearmarse, provocando el que sus rivales se armen a su vez, entrando ya en la vía "estratégicamente inestable" (situación que hace "racional y conveniente" la guerra) de las carreras de armamentos inestables (siempre que sean carreras de armamentos que se autoalimenten, y no que tiendan a desaparecer. Una carrera de armamentos sólo podía estabilizarse si la “fatiga y el dispendio” de la preparación de la guerra llegaban a superar la percepción de amenaza por parte de los enemigos). Ver el debate entorno a los regímenes.
Y fue exactamente eso lo que ocurrió en el periodo de entre las dos guerras mundiales. Las profundas contradicciones entre las potencias vencedoras y satisfechas (USA no deseaba involucrarse en el equilibrio europeo; Inglaterra temía la preponderancia francesa en el continente, lo que la llevó a no apoyar los protocolos que habrían asegurado las draconianas condiciones de Versalles; Francia que le importaba bien poco la democracia y las nacionalidades o que Europa se viera equilibrada entre sí), y las contradicciones entre estas con los perdedores o con los vencedores insatisfechos, produjo que el orden de Versalles se diluyera como un azucarillo en menos de 15 años. No es realista pensar que por arte de magia las potencias actuarán permanentemente en contra de sus intereses nacionales para sostener un equilibrio de poder que mantenía un orden internacional, que además de ir contra sus intereses, era muy injusto y producía resentimiento. No es realista pensar que hicieran la guerra para garantizarlo en el momento en que se produjesen los desafíos. Como decía en la entrada sobre el desafío actual de Corea del Norte, las potencias adoptan "la solución más sencilla, que es que Kim siga adelante con su numerito de feria, y los USA sigan desarrollando sin precipitaciones un escudo como es debido. Solución sencilla con la que, como neoconservador, no estoy de acuerdo, pero de la que admito sus virtudes."
Dicho y hecho. Cuando Hitler y Mussolini desafiaron el orden internacional, las Grandes Potencias interesadas en sostener el por entonces vigente orden, optaron por la solución más sencilla. El paradigma de esta actitud fue el tratado naval entre el Imperio británico y la Alemania Nazi del año 1935, en el que el desequilibrio a favor del Reino Unido se creía que mantendría la disuasión. Dejaban que Hitler siguiera con sus numeritos de feria, mientras en verdad Inglaterra mantenía la superioridad. También se creía por aquel entonces que el miedo a las grandes pérdidas como las de la Primera Guerra Mundial obligaría a las Grandes Potencias a comportarse teniendo en cuenta el dilema de la seguridad, para que ello no desembocara en una carrera de armamentos inestable que degenerase en una guerra que se creía que nadie quería (empezando por el propio Hitler, se decía entonces). De lo que no se percataban era que en verdad, lo que edificaban era el primer peldaño de la escalada de una carrera armamentística inestable. Carrera que no lograrían frenar debido a las motivaciones Hitlerianas (que representaba el Interés Nacional de Alemania por aquellos días) y a los recursos demográficos, industriales y económicos del Tercer Reich. Una carrera que se hubiera evitado si no hubiesen aceptado el rearme alemán y las aventuras italianas. Lo mismo puede decirse de el Japón desde que invadió Manchuria.
Cuando la Seguridad Colectiva de Versalles fue totalmente finiquitada, el realismo político entró en escena (no era ya el "idealismo", mucho ojito con eso), y como siempre, trató de lograr la Seguridad Internacional mediante la construcción de un orden internacional en el que las Grandes Potencias se equilibrasen entre sí mediante un poder relativamente comparable, y el temor a una guerra muy destructiva. Ello pasaba por que Alemania adquiriese una entidad militar de Gran Potencia, y equilibrar así a Francia, Italia y la URSS. Se creía que sería un orden en el que todas las Grandes Potencias podrían defender sus intereses, pero que debido a los equilibrios mutuos impediría que fuesen llevados hasta el extremo y se desencadenase una guerra sistémica. Era la solución sencilla en el que cada uno persiguiendo su interés, se lograba instaurar un orden de paz. Fue el realismo el que creo el marco estratégico por el que Hitler pudo maniobrar hasta lograr posicionarse en el lugar ideal para invadir Europa. El realismo fue el que permitió el rearme de Alemania para que se crease el orden por el equilibrio, y fue el realismo el que para garantizar dicho orden tuvo que hacer la Segunda Guerra Mundial. Un orden que la Seguridad Colectiva de Versalles garantizaba al precio de guerras mucho más pequeñas (ver invasión del Ruhr por Francia). Aunque también era un orden que exigía soluciones menos sencillas, y que iba en contra de los intereses del conjunto del sistema debido a las contradicciones entre las Grandes Potencias que estaban dentro de ese orden. Llevando los razonamientos del realismo, y de la seguridad colectiva del liberalismo, hasta sus últimas conclusiones (un rostro que ellos mismos nunca se atreven a mirar), tenemos que o bien estamos destinados al infierno de las guerras de la política de poder, o a la irrelevancia de unos tratados internacionales que no aguantarían ni un soplido de intereses nacionales en contradición. Destinados a elegir entre un poderío enfermizo y autodestructivo, y la debilidad y ridiculez de los leguleyos internacionales.
Podemos concluir entonces, que la correlación espurea que describen los modelos de carreras de armamentos inspirados por Richardson (y de su contrapunto, el dilema de la seguridad), nos hace realizar deducciones sobre política internacional de consecuencias contraproducentes y contrarias a las buscadas. No es en el mundo mental de la percepción y de la fenomenología psicológica donde reside la causa de la inseguridad internacional. No es la distorsión de la realidad que produce la percepción y la fenomenología la que nos hace cometer errores de cálculo (ya que al no conocer bien la realidad, haríamos actos que no se corresponden con ella y con los efectos que deseamos obtener). Unos errores de cálculo que llevan a embarcarnos a una carrera de armamentos inestable y finalmente a la guerra. Estando en verdad el fundamento en el mundo de la motivación que tienen los Estados (el motor del epifenómeno que es la carrera de armamentos). Siendo después, dicha motivación, la que usando el combustible que tenga a su disposición (demografía, economía, industria para la defensa, proximidad geográfica), y las capacidades relativas de combatir y de represaliar a los otros Estados (el estado en que se encuentra la carrera de armamentos, de lo estable o inestable que se la crisis, y de la situación en la que esté la disuasión), la que discernirá si lo más razonable es respetar o no los acuerdos, y si el logro de sus metas se consigue mejor (o solamente) por la vía de la agresión militar o si merece la pena intentarse.
No es, por tanto, ni la mera percepción, ni el superficial fenómeno de la carrera de armamentos, donde están las causas de la inseguridad internacional y de las guerras entre Estados. El dilema de la seguridad al centrarse en la percepción, nos lleva al idealismo y al alejamiento de la realidad que tiene toda fenomenología radicalizada. Los modelos y los pensamientos tipo Richardson, nos hacen confundir causa con efecto. El fin de la guerra fría, no fue producto de los tratados de reducción y control de armamentos de la época, los INF, START, CFE, etc, que eliminaron la trampa de la carrera de armas. Fue el cambio de las motivaciones soviéticas, que decidieron retirarse de sus aspiraciones de influencia mundial y de control de Europa central y del este, lo que hizo que sus niveles de gasto en armamento fueran innecesarios. Haciendo que en diciembre de 1988 Gorbachov anunciara un desarme unilateral de armas convencionales. No es que de la noche a la mañana los estadistas se hicieran videntes y se percataran las verdaderas y buenas intenciones de la URSS. No, la URSS cambió de motivaciones e intereses (se rindieron), y aceptó que la preeminencia mundial fuera para los USA y sus aliados capitalistas, algo a lo que se resistía desde 1945. El dilema de la seguridad y los modelos de carrera de armamentos tienen una mera utilidad descriptiva (que no es poco, eso no los convierte en despreciables), pero no dan por sí solos ninguna clase de explicación causal sobre la seguridad internacional, que sea mínimamente satisfactoria.