miércoles, 18 de marzo de 2009

Los Neoconservadores Contra Los Realistas (Joshua Muravchik vs Stephen M. Walt)


En la página web de la revista The National Interest, se publicó el día 9 de marzo de 2008 este apasionante debate (que he traducido) entre el realista Stephen Walt (uno de los más importantes académicos de Relaciones Internacionales de la actualidad) y el neoconservador Joshua Muravchik -- The Neocons vs. The Realists --. Donde salen a relucir los principales puntos de ambas ideologías de Relaciones Internacionales, en cuanto a su aplicación práctica en la política exterior. El debate llega a ser duro y sarcástico. Resulta de gran interés ver como las rígidas fronteras teóricas de ambas propuestas, se difuminan en un continuum de matices a la hora de analizar la política exterior real, o de como clasificar las políticas concretas del pasado, si de realistas o de neoconservadoras. Algo que fuerza el que ambos contendientes lleguen a decir cosas que parezcan tendenciosas, retorcidas y muy deshonestas, cuando en verdad ambos tienen razón en sus contradictorias apreciaciones sobre un mismo hecho . También salen al terrero de lucha, las poco ortodoxas interpretaciones que hace el neoconservador Muravchik sobre la historia de la política exterior de los USA, interpretaciones que muchas veces son muy sugestivas. Todo un exelente ejercicio de teoría plicada.

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Uno tiene la obligación de leer el debate sobre el futuro de nuestra política exterior (de USA). ¿Ofrece el realismo la mejor solución a las amenazas de hoy? ¿O será el neocoservadurismo el responsable de nuestros triunfos? La elección está clara después de ocho años de las erráticas políticas de Bush, dice Walt, pero Muravchik piensa que la "Casa de Kristol" (en referencia a la dinástía de los dos líderes intelectuales neoconservadores) bien podría ser vindicada.


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El Futuro es Neocon
escribe Joshua Muravchik
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Para comparar al realismo y al neoconservadurismo, debemos primero definir los términos. El realismo consiste en dos proposiciones que son contradictorias entre si. Una mantiene que los Estados están obligados a comportarse de acuerdo a sus intereses naturales. De esa manera, Hans Morgenthau argumentaba que la política está "gobernada por leyes objetivas", cuya "operatividad es impermeable respecto a nuestras preferencias". La otra sostiene que los Estados pueden desviarse de sus intereses, pero que no debieran hacerlo. En consecuencia, George Kennan argumenta que "de los más graves fallos" que la política exterior de EE.UU. pudo cometer, fue la de hacer una "aproximación legalista-moralista de los problemas internacionales". Sin llegar resolver esa inconsistencia, nosotros podemos estipular que el realismo postula que los Estados se ciñen, o deberían hacerlo, a una estrecha concepción del interés nacional, y que estos giran entorno a asuntos geográficos, de recursos (naturales) y de poder.

Los neoconservadores fueron originalmente un círculo de escritores que no tuvieron etiqueta de ninguna clase, no eran un "ismo". Ellos enfocan la polítia exterior en lo que Max Boot ha llamado "Wilsonianismo duro". Yo, como neoconservador, puedo estipular que los principios esenciales del neoconservadurismo, en contraposición al realismo, incluyen el dar un mayor peso a las consideraciones morales, atribuyendo una mayor importancia al elemento ideológico de la política y, sobre todo, el ampliar el contenido de lo que encierra el concepto de interés nacional. Mientras los realistas piensan que se puede mantener la seguridad si se evitan problemas innecesarios, los neocons creen que podemos encontrar más seguridad usando nuestro poder (el de USA) para crear un orden mundial más benigno (aun cuando eso signifique buscarse problemas). Entorno a estos puntos, los neocons son liberales internacionalistas. Aunque se separen de los liberales en el punto donde se demuestra una mayor disposición al uso de la fuerza, y a una menor apreciación de la Naciones Unidas. (Los realistas tienen un concepto de la ONU un poco mejor, y aunque la mayoría de ellos no son aprensivos a usar la fuerza, los realistas, en cuanto tienen un concepto más estrecho del interés nacional, en la medida que no tiene encuenta los valores y la moral, se topan con menos ocasiones para ello).

La política de los EE.UU., raramente ha reflejado de manera perfecta una u otra escuela. La política normalmente fluye alimentada por la confluencia de varias fuentes, lo que incluye, por ejemplo, asuntos de polítia doméstica que nada tienen que ver con la estrategia o la filosofía. Sin embargo, es relativamente sencillo identificar las políticas que han sido influidas más por una escuela que por otra.

¿Cómo ha sido la política de Estados Unidos cuando se ha ceñido al realismo o al neoconservadurismo?

Los puntos más importantes puntos de comparación, se dan en los dos periodos inmediatamentes posteriores a las guerras mundiales. Tras la Primera Guerra, los Estados Unidos rechazaron la arquitectura wilsoniana para la paz y se desviaron al realismo. Los realistas pueden clamar que los posteriores 20 años fueron los más catastróficos años de la políticas exterior americana, y cargan contra el "aislacionismo". Pero esto podría ser un encubrimiento semántico. El aislacionismo no es más que una variante extrema del realismo. Y la política de EE.UU en los años 20 y 30 no fue estrictamente aislacionista. Al contrario, esos años vieron la creación del "foreing service", años en los que se continuó con el intervencionismo en el Hemisferio Occidental, se mantuvo la política de "puestas abiertas" en el Pacífico y se repitieron los esfuerzos para resolver la crisis financiera europea. Además del énfasis que se puso en el lado económico de la vida internacional. También fue una cosa realista el que fueran rechazados los altos principios morales de Wilson y su tendencia a usar el poder para preservar la paz. En resumen, fue una época realista. Y ello llevó directamente al más desastroso acontecimiento de la historia humana, una guerra que apagó unas 60 millones de vidas, incluyendo a más americanos muertos en ella, que en el conjunto de las otras guerras extranjeras juntas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en contraste a lo anterior, Amércia cambió a un enfoque que podríamos reconocer como "neocon". Con esto quiero decir que seguimos una vereda más global que cualquier potencia no colonialista ha hecho nunca. Formamos alianzas en Europa, en el Norte de Asia, en el Sudeste de Asia, en el Oriente Medio y en las Antípodas; moteamos el globo con bases militares; fomentamos las instituciones internacionales que ayudaron a restaurar la economía mundial, y entregamos una gran cantidad de ayuda externa. Sobre todo, pregonamos una estrategia que definía el mundo entero como la arena en la que nos enfrentaríamos contra nuestro adversario. Esta insisntencia en que nuestra seguridad está ligada a la seguridad de otros, en cada rincón del mundo, fue la antítesis del "realismo". El senador Robert Taft lamentaba que nosotros actuáramos como Santa Claus al tratar de resolver los problemas del mundo".

En ese momento, esas políticas, fueron etiquetadas de "internacionalismo liberal"; el término "neocon" aún no se había acuñado. No obstante, introducimos una política musculosa (en la que gastamos entorno al 10% de nuestro PIB en defensa), que tiene mucho más que ver hoy con el neoconservadurismo que con el liberalismo. Mientras los realistas políticos nos llevaron a un enexorable desastre tras la Primera Guerra Mundial, las políticas neocon, después de la Segunda Guerra Mundial, alcanzaron lo que sin duda es el más perfecto éxito de Estado, y nuesta relativamente más incruenta victoria contra la más poderosa maquinaria militar que se haya levantado jamás.

Aunque, por supuesto, la política de contención no fue una estrategia perfecta. Ello llevó nos trajo el mal trago de la guerra de Vietnam. Además que los realistas también hicieron sus contribuciones a la contención. En concreto la alianza antisoviética que hizo Henry Kissinger con China. Pero el promedio de la estrategia fue de diseño neocon, y dicha estrategia se terminó por llevar a buen término cuando el archineocon Ronald Reagan tomó el mando. Reagan desafió retóricamente al "imperio del mal"; fomentó las guerrillas anticomunistas que lucharon contra los regímenes comunistas; promovió la democracia universalmente; y socavó el marco estratégico de la "Destrucción Mutua Asegurada" (la MAD o Mutual Assured Destruction) con la "Star Wars". Esos éxitos tácticos fueron descritos por los realistas como imprudentes desviaciones (de su estrecha visión del Interés Nacional), de la misma manera que fueron aplaudidas por los neoconservadores. De hecho, los neocon, ayudaron a conformar esas políticas. Jeane Kirkpatrick fue una de las principales intelectuales de dicha arquitectura política. Richad Perle dirigió la política de armas nucleares de la administración Reagan. Elliott Abrams fue un hombre clave en la "Doctrina Reagan", la cual no fue formulada por Reagan sino por el columnista neocon Charles Krauthammer.

La Unión Soviética representó un desafío militar convencional, no convencional, y sobre todo ideológico, para la cual el realismo no tuvo diseño ni respuesta alguna.

AHORA, ¿QUÉ HAY acerca del mundo de la post-guerra fría?

El primer desafío fue la invasión de Kuwait por Irak. El camino a este acontecimiento fue abierto por una de las más descaradas tonterías del realismo. Nuestro apoyo a Irak en su guerra contra Irán en la década de 1980. Este apoyo constó de intercambios de inteligencia y de aprovisionamiento de armas a través de terceros países, así como mirar para otro lado cuando Irak empleó armas químicas. Si no hubiera sido por este apoyo, Saddam Hussein no podría haber estado en posición de hacerse con Kuwait en 1990, ni por ejemplo, podría haber dado por hecho la aquiescencia de Amércia con dicha invasión. Esta hipótesis de Saddam fue reforzada por las garantía ofrecidas por la embajadora americana, April Glaspie, de que los Estados Unidos no intervendrían en las trifulcas que ocurrieran entre estados árabes. Si la embajadora fue la culpable por haber transmitido ese mensaje tan criticado, hay que tener en cuenta que no hacía sino cumplir órdenes, órdenes que innegablemente representaban el sentimiento realista.

Si bien es cierto que la decisión de obligar a Iraq a que dejara su presa (Kuwait), fue tomada por el presidente Bush rodeado de asesores realistas como James Baker, Bren Scowcroft y Colin Powell. No es menos cierto que esta necesaria acción, recibió un apoyo más sólido por parte de los neocons que de los realistas. Realistas como Patrick Buchanan, Zbigniew Brzezinski, James Schlesinger, Russell Kirk, y columnistas como Rowland Evans y Rober Novak, entre otros, los cuales se opusieron a la guerra más que los liberales.

La guerra concluyó con la decisión realista de dejar a Saddam en el poder. La principal justificación dada para no marchar sobre Baghdad para derrocar al dictador fue que exederíamos el mandato de la ONU bajo el cual se luchaba. Pero esto no explica nuestra responsabilidad para que la gran inserrección que estalló contra Saddam después del fin de la guerra. A pesar de que se había inmovilizado en tierra a toda la aviación iraquí, permitimos que se excceptuara de esa inmovilización a los helicópteros que se usaron contra los rebeldes. Y cuando la Guardia Republicana, leal a Saddam, pasó cerca de las líneas amercicanas, no se jizo ningún esfuerzo para impedirlo. Es decir, que ni mantubimos los helicópteros en tierra, ni auyentamos a las tropas de Saddam, actos que no violaban mandato alguno de la ONU, ni hubieran implicado más combates. Por lo que aquí tenemos otro ejemplo de cínica complicidad con Saddam, esta vez conteniendo nuestro poder. En un ensayo conjunto algunos años después, el atiguo presidente George H.W. Bush y el antiguo consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft alegaron que de hecho ellos querían quitar a Saddam del poder, pero acto seguido ofrecen una visión de cálculos realistas que llevaron a actuar de otra manera. "Ni los Estados Unidos, ni los países de la región dijeron que quisieran ver romperse el Estado iraquí", según escribieron. "Nosotros estábamos preocupados por el equilibrio del poder a largo plazo en la región del Golfo".

A mediados de la década de 1990, nos encontrabamos frente a unos sangrantes asuntos, que azuzaban las preocupaciones humanitarias, más que las preocupaciones referidas a la seguridad. En general, puede decirse que los neocons tratan puramente las preocupaciones morales como su principal prioridad, tales como pueden ser los derechos humanos. En contraposición al relativismo de los realistas. En los acontecimientos que estamos cuestionando, el asunto específico es determinar si América debe usar la fuerza en situaciones en que las apuestas son más bien de naturaleza moral, que de naturaleza estratégica.

En la década de 1870, Bismarck había asumido la posición realista cuando el comentó que el follón que ocurría en los balcanes "no vale los huesos de un solo granadero pomerano". Para ser honestos, hay que decir que los mayoría de los realistas americanos de hoy, están dispuestos a ofrecer ayuda en los desastres para salvar vidas extranjeras, pero ellos trazarán una clara línea en lo que a arriesgar vidas americanas en el rescate se refiere. La posición neoconservadora en un poco más difícil de destilar. La mayoría de los neoconservadores podrían apoyar el empleo de la acción militar por motivos humanitarios en algunas circunstancias. El dónde y cuándo dependerían de intuitivos cálculos aritméticos, sobre cuantas vidas extranjeras podrían salvarse y cuantas vidas americanas podrían perderse en el proceso.

Ciento veinte años después de que Bismarck hiciera su pequeño comentario, los balcanes están todavía en ebullición. La administración Bush, por boca del secretario James Backer, dijo a ese respecto "no tenemos ningún perro en esa pelea". El presidente Clinton continuó esta política de manos libres. Como el secretario Warren Christopher explicó, la inacción había ascendido a "todo lo que podemos hacer por nuestro interés nacional".

Los realistas aplaudieron a ambas administraciones por su retraimiento. Los neocons por contra, en su mayoría se unió al lado que urgía a la acción de EE.UU en la forma de ataques aéreos contra los serbios y/o suministrar armas a los bosnios musulmanes. Yo y otros, como por ejemplo, Jeane Kirkpatrick, Richard Perle, Max Kampelman y Richard Fairbanks, argumentamos que, además de por los considerables desafíos humanitarios, las consideraciones de seguridad también requieren alguna forma de intervención americana. El principio que los Estados Unidos adoptaron respecto a Kuwait (respuesta colectiva contra la agresión) fue puesta a prueba. Bosnia-Herzegovina, aún siendo un estado joven, era miembro de la ONU, reconocido por la mayoría de los Estados, y sufrió la agresión de Serbia. Además, de que es un Estado europeo. La defensa de la paz en Europa ha sido parte de la base de la política de EE.UU. desde 1945. Tolerar la agresión ahí, creen los neocons, podría invitar a lo mismo en otros lugares.

La administración Clinton finalmente puso fin a tres años y medio de caos después de las pérdidas de 200.000 vidas, la mayoría civiles. La acción necesaria para poner fin a esa masacre demostró ser extremadamente mederada: un par de semanas de bombardeos aéreos, más ciertas contidades de entrenamiento a las fuerzas croatas y musulmanas. Este cambio en la política de EE.UU. ha sido motivado en parte por la preocupaciones políticas de Clinton, y en parte por las preocupaciones de que la Alianza Atlántica se precipitara hacia el desorden por la pérdida del espíritu y vitalidad de la OTAN. Esta inferencia se vio continuada por la intervención en Kosovo, a pesar de que los daños humanitarios fueran mucho más pequeños, y los motivos legales fueran nulos.

Desde la perspectiva neocon, nuestra intervención e Bosnia debió haber sido anterior a lo que fue. Y supongo que los realistas prefirieron que nunca se hubiese intervenido.

A diferencia que en Bosnia, donde al menos desde la mirada neocon los asuntos humanitarios y estratégicos estuvieron intercalados, los otros acontecimientos humanitarios de esa época, Somalia y Ruanda, no entrañaron una dimensión estratégica. En Somalia, la intervención para aplacar una hambruna fue llevada acabo por los realistas (George Bush instigado por Colin Powell), pero los críticos podrían decir abiertamente que esa acción, tiene mucho más en común con el neoconservadurismo que con el realismo. Unas 500.000 vidas fueron salvadas por esa ayuda, pero ese episodio terminó con 19 soldados americanos muertos, forzando a una repentina partida del contingente de EE.UU.. La enseñanza de lo ocurrido en lo referente a lo que estamos discutiendo en este debate, no está nada clara.

El caso de Ruanda es mucho más claro, en donde más de medio millón de personas fueron exterminadas por motivos de raza, en el más claro caso de genocidio desde la matanza de judíos hecha por Hitler. La mantanza se realizó en pocos meses, lo que nos da una ratio de muertes mayores que la efectuada por la maquinaria de los nazis. Mientras ocurría eso, los Estados Unidos se negaron a levantar un dedo para impedirlo, y bloquearon cualquier acción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para evitar que los EE.UU. no se vieran involucrados en tal problema. Hete aquí un gran triunfo del realismo.

PARA FINALIZAR, quiero volver a los asuntos del 11 de septiembre y sus secuelas. Miles de americanos han sido asesinados por terroristas de Oriente Medio a lo largo de los últimos treinta años, y cada vez en mayores cantidades. Comenzando con el asesinato del diplomático Cleo Noel Jr y George Curtis Moore por Septiembre Negro en Jartum en 1973, pasando por ataque con bomba a la embajadoa de EE.UU. en Líbano y más tarde contra los barracones de los Marines en Beirut en 1983, sin olvidar los ataques con bomba a las embajadas americanas en Nairobi y Dar es Salaam en 1998, o los apartamentos para militares de EE.UU. en Dhahran en 1996, o el ataque al USS Cole en el año 2000. Entre otros muchos ataques con bomba, secuestros y asesinatos. Lo ocurrido el 9/11 (once de septiembre) fue el clímax. La mayoría de los americanos están de acuerdo en la necesidad de perseguir a Al Qaeda. Pero es evidente que muchos jóvenes musulmanes están dispuestos a matarse a sí mismos con tal de sentir el placer de matarnos a nosotros, y que esos actos gozan de la simpatía de partes importantes, aunque aún no mayoritarias, de sus compatriotas. De esto parece desprenderse que necesitamos de una estrategia más profunda.

Los liberales argumentaosn que los terroistas estaban motivados por la miseria, y que la solución consistía en erradicar la pobreza del mundo. Dos cosas quitan fuerza a este argumento. Una es qué hacer específicamente para que se pueda eliminar la pobreza. La segunda es que la mayoría de los terroristas resultararon no ser pobres.

En vez de adoptar esa perspectiva, Bush se propone enpujar al cambio político en Oriente Medio, para que esas poblaciones estén menos dispuestas a realizar actos de terrorismos o a apoyarlos. Y esa fue una inconfundible estrategia de tintes neoconservadoras. ¿Por qué la administración Bush, que llegó desde el realismo, se entregó al neoconservadurismo? Porque el realismo no ofrece nada con que afrontar el terrorismo yihadista.

Lo más parecido que hay a una solución realista, es la de romper los lazos de amistad con Israel, con la esperanza de apaciguar el malestar musulmán por el apoyo que América proporciona a Israel. Pero la mayor parte de la volencia en Oriente Medio no está relacionada con Israel; y si el mundo musulmán está resentido con Israel es porque este país disfruta de una superioridad de poder y status que en verdad les gustaría poseer a los musulmanes . En resumen, esta solución es tan inconveniente como infundada, y los realistas no pudieron convencer a muchos americanos de que fuera válida. Sin llegar a comprender lo ocurrido, recurrieron a teorías conspirativas para explicar lo ocurrido (vease el libro en castellano el Lobby Israelí).

La guerra en Iraq es producto de la estrategia neoconservadora, fuera o no parte necesaria dedicha estrategia. Desde que la guerra se convietió en un fiasco, los neocons reciven merecidamente mucha culpa , como también la recibieron por la guerra de Vietnam, ya fueran ellos mismos o sus antecesores ideológicos. Pero la guerra de Vietnam fue sólo un doloroso episodio de una estrategia que finalmente resultó ser brillante (la que acabó con el comunismo). Por lo que la estrategia que ha llevado a las penurias de la guerra de Iraq, bien podría ser reivindicada, como lo fue la estrategia antisoviética que ganó la guerra fría. Pero mientras tanto, los neocon deban pasar por este mal trago. Además que el realismo sigue estando tan estéril y falto de respuestas para hacer frente a la amenaza del terrorismo global, como lo estaba para afrontar la amenaza del comunismo global.

Joshua Muravchik es un residente escolar en el AEI - American Enterprise Institute.


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A Kristol se le fue la bola (de crital).
escribe Stephen M. Walt.
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Quién debe asesorar al próximo presidente en política exterior: ¿realistas o neoconservadores?

Teniendo en cuenta los desastrosos resultados que las políticas neoconervadores han producido desde 2001, la respuesta parece ser obvia. Pero a pesar de los repetidos fracasos, eminentes neoconservadores están asesorando al candidato republicano Jonh McCain, y tienen aún una presencia ubicua en las columnas de opinión y en los programas de televisión de las tertulias y en las revistas de opinión (junto a sus primos hermanos, los liberales intervencionistas). Por contra, los realistas se han convertido en una especie en peligro de extinción, y su voz ha sido silenciada en los debates políticos contemporáneos.

Esta situación tendría sentido si los neoconservadores hubiesen provado ser una guía fiable para la política exterior, y si se hubiese demostrado que los realistas estaban equivocados. Pero la verdad es la opuesta: los neoconservadores han seguido una hoja de ruta de desastres, mientras que las miradas que ha dado el realismo causan impresión por sus aciertos. Si el próximo presidente quiere evitar los errores de los últimos ocho años, debe comprender por qué el neoconservadurismo ha fracasado. Fracasó porque se mantuvo alejado del esquema intelectual del realismo, por lo que ha tenido que redescubrir sus virtudes. En consecuencia, para entender por qué fracasó, sólo es necesario examinar el núcleo de sus principios y hacer un seguimiento pormenorizado de las perspectivas que dan.

Tal y como expresa su "etiqueta", los realistas creen que la política exterior debe acercarse al mundo tal y como es. En vez de confiar en las ilusiones del pensamiento o en dogmas ideológicos, el realismo considera que el sistema internacional es una arena (lugar de lucha) competiva, arena donde los Estados han de darse seguridad a sí mismos. Los realistas sabemos que los Estados se meten en problemas si son demasiado confiados. Pero también que los problemas pueden exacerbarse cuando lo Estados exageran las amanazas externas (como exagerando el poderío soviético o el de Saddam), confundiendo las prioridades (desviando la Seguridad Nacional a la protección y promoción de valores morales), o comprometiéndose en estúpidas aventuras externas (como la guerra de Vietnam o la invasión de Irak de 2003).

Por tanto, los realistas prestan una gran atención al equilibrio del poder, y se oponen a malgastar los recursos económicos en cruzadas ideológicas. Ellos saben que la fuerza militar es la garatía última de la seguridad, aunque también reconocen que es un instrumento de efectos impredecibles. Los realistas son, por consiguiente, escépticos respecto a planes grandiosos de ingeniería social, y creen que la fuerza debe ser utilizada sólo cuando los intereses vitales están en juego.

Los realistas aprecian el poder del nacionalismo, comprende que los Estados normalmente se resisten a las interferencias extranjeras y que defienden sus propios intereses de forma vigorosa. De este modo, los realistas no ven a los adversarios como un bloque monolítico y unificado, y abogan por acercarse a los oponentes através de estrategias de "divide y vencerás". Los realistas también reconocen que el éxito de la diplomacia requiere un toma-y-daca, y que la búsqueda del interés de los EE.UU. a veces requiere la cooperación con regímenes cuyos valores son discutibles. Resumiendo, los realistas saben que el éxito estatal requiere de fuerza, fríos cálculos, de flexibilidad y de mantenerse sensibilizados respecto a los límites del poder.

Sin embargo, los realistas no son relativistas morales o personas desinteresadas de los valores. Los realistas son conscientes que todas las Grandes Potencias tienden a pensar, que la difusión de sus propios valores es bueno para los demás, pero también que este tipo de arrogancias pueden llevar a democracias bienintencionadas a aventuras moralmente dudosas. Los realistas aprecian las tradiciones democráticas americanas y el compromiso de esta con las libertadas individuales. Pero también creen que como mejor pueden exportarse esos valores es através del ejemplo, y no através de las aventuras militares. Los realistas también creen que la intromisión en ultramar puede disparar las reacciones hostiles en el extranjero y pervertir nuestro compromiso con nuestras propias libertades.

¿Se desempeñó con buenos resultados el realismo? La estrategia de contención que ganó la guerra fría fue ideada de la mente de un realista, George Kennan (aquí está en castellano el artículo fundacional de esa estrategia, y a la vez el mejor artículo nunca escrito sobre la guerra fría). La contención se centró primero, en prevenir que Moscú se hiciera con los centros claves de poder industrial que estaban cerca de sus fronteras, y de evitar caer en la tentación de hacer retroceder ("roll back") al comunismo mediante la fuerza militar. Así como Franlin Roosevelt se alió con el asesino Joseph Stalin para derrotar a la Alemania Nazi, los realistas dictaminaron que los Estados Unidos se ligaran con las democracias y con paises no democráticos en la larga lucha contra el poder soviético. Kennan y otros realistas también reconocieon que el supuesto bloque monolítico del comunismo en verdad estaba sometido a profundas tensiones internas, como las que Estados Unidos explotó através de su aproximación a China en la década de 1970.

Durante la década de 1960, los realistas como Kennan, Walter Lippmann, Hans Morgenthau y Kenneth Waltz se opusieron a la escalada de EE.UU. en vietnam. Creían que esa guerra distraía estúpidamente el poder de América, y que el temor a la caída del dominó (ver Teoría del Dominó) era una exageración. Esto se vio confirmado cuando los Estados Unidos se retiraron de Vietnam, ensarzándose después el régimen comunista de Vietnam en luchas y contiendas bélicas con otros comunistas de Kampuchea y China (es decir, equilibrándose esos países comunistas entre sí, y no expandiéndose cual unificada horda roja por todo el sureste asiático). Y después Hanoi se distanció de sus antiguos aliados, abrazó el libre mercado y normalizó las relaciones con Washinton.

Los realistas también comprendieron que la Unión Soviética era un coloso Potemkin (se refiere Walt al bluff revolucionario que protagonizó el acorazado Potemkin en 1905), y que ese menguante imperio no era rival para la más rica y cohesionada alianza que había forjado los Estados Unidos. Cuando los neoconservadores hicieron sonar las falsas alarmas sobre el poderío soviético en los años 70, los realistas como Kenneth Watz comentaron acertadamente que la verdadera cuestión era si Moscú podía verdaderamente mantener ese nivel. Otros realistas mostraron que la superioridad del poder militar convencional soviético era un mito, y que un ataqe soviético contra Occidente no podía hacerse con éxito.

Los neoconservadores vieron el fin de la guerra fría como el fin de la historia, e imaginaron una larga era de benigna hegemonía americana, mientras que los realistas previeron acertadamente que lo que en verdad sucedía, era que simplemente habían nuevas formas de competición por la seguridad. Cuando los neoconservadores, como hizo Edward Luttwak, avisaron de las miles de bajas que ocurrirían en la guerra del golfo de 1991, los realistas como Barry Posen del MIT, y Jonh Mearsheimer de la Universidad de Chicago, anticiparon una fácil victoria (en los artículos que escribieron). Los realistas como Zbigniew Brzezinske y Brent Scowcroft también señalaron que sustituir el tradicional equilibrio de poder por la política de "doble contención" (ideada por Marin Indyk) era un error estratégico (ver la página 7 de este artículo donde: "la política de doble contención hacia las dos potencias regionales, Irán e Iraq, que consiste en mantenerlas a un mínimo nivel en su capacidad militar, hecho que pone fin a la estrategia tradicional de varias décadas de enfrentar a una contra otra"...."La fuerza de los Estados Unidos y de sus aliados en la región, nos permite detener tanto a Irán como a Iraq. Ya no necesitamos del uno para oponerlo al otro". )(Es decir, y para que no haya lugar a dudas, una política que no consiste en equilibrar entre si a los países y su poder, sino en el poder hegemónico de la incontestable y benigna potencia de USA, tema muy neocon). Un error estratégico el de la doble contención, error que hizo mucho más difícil protejer los intereses de EE.UU. en aquella vital región. Fue una advertencia que posteriormente se ha visto confirmada. Y aunque los realistas reconocieron que la primacía de los EE.UU. podría haber producido el efecto estabilizador que produce cualquier Gran Potencia, también llamaron la atención que una política demasiado belicosa podría encender el antiamericanismo alrededor del mundo. Algo que en los últimos ocho años ha sido confirmado.

Finalmente, los realistas estaban entre los más visibles adversarios a la desafortunada aventura en Iraq, aunque sus advertencias fueron sorprendentemente ignoradas. Los neoconservadores sentieron desasosiego por que Estados Unidos no derrocase a Saddam en 1991, pero George H. W. Bush y sus principal asesor, Brent Scowcroft, juzgaron acertadamento lo que ese derrocamiento habría sido si los Estados Unidos hubieran ocupado Baghdad, y los efectos en la gobernabilidad de Iraq. La coalición pudo haberse desmoronado inmediatamente, lo que no habría facilitado una "estrategia de salida". Si se hubiese invadido , los Estados Unidos podría seguir siendo hoy una potencia ocupante en una tierra amargamente hostil. Y visto lo que ha ocurrido desde 2003, esos juicios domostraron ser acertados.

Los realistas ofrecieron similares advertencias antes de la segunda guerra de Irak. A finales de septiembre de 2002, treinta y tres académicos de seguridad internacional (aproximadamente la mitad de ello eminentes realistas), publicaron un papel antiguerra en el New York Times. En el que se avisaba: "Incluso si obtenemos una victoria fácil, no tenemos una estrategia de salida viable. Iraq es una sociedad muy dividida que EE.UU. tendría que ocupar y vigilar por muchos años hasta crear un Estado viable". Otros realistas escribieron artículos antes de la guerra explicando por qué era una guerra innecesaria. En la más importante decisión sobre política exterior de los últimos ocho años, los realistas ofrecieron los mejores análisis y asesoramientos.

DONDE LOS REALISTAS ven un mundo en donde los Estados compiten y en el que los intereses de esos Estados se interseccionan, los neoconservadores ven un choque entre las democracias, virtuosas y amantes de la paz, y las maléficas dictaduras. Imaginan a las fuerzas enemigas agrupándose estrechamente en movimientos hostiles del estilo "comunismo internacional", "eje del mal", o "islamofascismo". Y rutinariamente informan del gran crecimiento de las amenazas, incluso cuando esas fuerzas están de hecho profundamente divididas, y cuando las capacidades de esas amenazas son una pequeña fracción de la fuerza económica, militar y política de la de EE.UU.. No obstante, los neocons argumentan que es imprescindible para los Estados Unidos el derrocar a ese popurrí liga de estados menores, y convertirlos en democracias proamericanas.

Los neoconservadores exaltan las virtudes de la hegemonía americana y creen que los otros Estados darían la bienvenida a su liderazgo desde el momento en el que se ejerciera decisivamente. Atribuyen la oposición a este liderazgo a una profunda hostilidad a los valores americanos (y no al disgusto por las políticas específicas de EE.UU.), y creen que los enemigos pueden ser intimidados por las demostraciones del poderío americano. Por tanto, los neoconservadores rebajan el papel de la diplomacia y el compromiso, y cargan de manera rutinaria contra cualquiera que apoye la diplomacia y el compromiso acusándolos de "apaciguadores". Para los neoconservadores, todo adversario es Adolf Hitler y está en 1938.

El firme apoyo a Israel es un principio clave del neoconservadurismo, y prominentes neoconservadores reconocen abiertamente el compromiso con ese país. La mayoría de los necons, están a favor de las políticas de halcón de la derecha israelí, y esa afinidad da forma a muchas de sus opiniones referidas a Oriente Medio. Específicamente, ls neocons tienden a ver los intereses de EE.UU. e Israel como si fueran idénticos y tienen la convicción de que los árabes y los musulmanes solamente entienden el lenguaje de una fuerza superior. Como resultado de esto, ellos contraponen los esfuerzos diplomáticos para resolver los problemas regionales (como las que propusieron el bipartidista Grupo de Estudios sobre Irak) y, lo mismo que los israelíes de línea dura, tienden a favorecer soluciones del tipo intercambio de puños.

En resumen, los neoconservadores contemplan la fuerza militar como una poderosa herramienta por la cual dar forma al mundo de una manera que de beneficios a America, Israel y las otras democracias. Por lo tanto, los neoconservadores nos dan dos visiones contrapuestas (maniqueas) de la política exterior de EE.UU.: ya que, o los Estados Unidos esgrimen la espada y la usan para dar forma al mundo a su imagen y semejanza, o los Estados Unidos caerán en una creciente marea de radicales fuerzas agresoras.

¿Qué ocurre cuando los Estados Unidos basan su política exterior en esta visión? Pues no pasa nada bueno.

Los neoconservadore han existido desde los años 70, pero su impacto en la política exterior de EE.UU. antes del 2001 fue modesto. Los neoconservadores gustan de representar a Ronald Reagan como la personificación de sus ideas, pero eso solo ocurrió en la retórica de Reagan, la cual se hizo eco de la maniquea visión del mundo que tienen los neocon. Las políticas de Reagan estuvieron muy cerca del ideal realista: él levantó el embargo de grano contra la Unión Soviética en 1981, y vendió armamento avanzado a Arabia Saudita, apoyó a Estados autoritarios siempre que fueran anticomunistas, retiró las tropas de Líbano en 1983 cuando vio que se metía en un atolladero, y mantuvo el equilibrio de poder en el Golfo Pérsico apoyando al Irak de Saddam Hussein contra los revolucionarios de Irán. Incluso la famosa "Doctrina Reagan" fue sólo una manera rentable (costo-beneficio) de presionar a los clientes de la Unión Soviética, que un verdadero intento de exportar la democracia. Después de todo, Reagan apoyó a muchos señores de la guerra y rebeldes (como los mujahedeen), que difícilmente pueden ser tildados de apóstoles de la libertad.

La reacción de Reagan a la glasnost y la perestroika se separó de los neoconservadores también. Aferrados como estaban a una exagerada visión del poder soviético, y convencidos de que las regímenes comunistas no pudieran nunca cambiar, los neocons fueron congidos con el paso cambiado por Mijail Gorbachov, y fueron los últimos en darse cuenta de que la URSS estaba deshaciéndose. De hecho, los neoconservadores quedaron profundamente decepcionados cuando Reagan dejó de llamarlos "imperio del mal" y se comprometió con Moscú en una diplomacia constructiva. También quedaron igualmente disgustados por la realista política exterior de George H. W. Bush, a pesar de su destreza durante del colapso soviético, y de su sabia moderación en la guerra del Golfo de 1991. Así que, los informes de los neoconservadores sobre su influencia han sido muy exagerados, y los neocons merecen poco o nada de reconocimiento por su contribución a la victoria americana en la guerra fría.

La verdadera prueba de los neoconservadores comenzó después de los ataques del 11 de septiembre, cuando empezaron a ser el marco intelectual para la política exterior de EE.UU.. Aunque hubo un puñado de realistas en la administración de George W. Bush, los neoconservadores ocuparon las posicione claves en el Departamente de Defensa y en la influyente oficina del vicepresidente Dick Cheney. Prominentes neoconservadores dentro de la administración fueron el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, el Subsecretario de Defensa Douglas Feith, el vice jefe de personal I. Lewis "Scooter" Libby, el Subsecretario de Estado (y antiguo embajador en la ONU) John Bolton, el jefe de la Junta de la Política de Defensa Richard Perle, y ayudantes como Elliott Abrams, John Hannah, David Wurmser, Michael Rubin, Abram Shulsky, Aaron Friedberg y Eric Edelman. Otros neoconservadores sirvieron de cheerleaders y agitadores desde sus influyentes puestos en el Weekly Standard, Washington Post y en las páginas de editorial del Wall Street Journal. Esto llevó al columnista del Washington Post Charles Krauthammer, a declarar que "lo que está siendo articulado y practicado en los más altos niveles del gobierno(...) es la maduración de una ideología para gobernar que ha llegado en este momento". Similarente, el editor del Weekly Standard, William Kristol, proclamó orgullosamente en 2003 que"nuestra política(...)es ahora la oficial. El neoconservadurismo se ha hecho la política del gobierno de los EE.UU.. La historia y la realidad tienen su peso, y nosotros simplemente hemos dejado que dicten su veredicto.".

Nadie desde Neville Chamberlain ha emitido un juicio tan rápido y aplastante.

Su principal fallo, por supuesto, fue Iraq. Como el columnista Thomas Friedman determinó , fue "la guerra que quisieron los neoconservadores, la guerra que los neoconservadores vendieron". Los neocons estuvieron equivocados sobre las ADM (Armas de Destrucción Masiva), equivocados sobre los nexos con Al Qaeda y, sobre todo, equivocados sobre lo que ocurriría después de que expulsaran a Saddam. Kenneth Adelman anunció que la guerra sería un "paseo", y el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz dictaminó que el Jefe del Estado Mayor del Ejército Eric Shinseki estimó que la ocupación podría requerir varios cientos de miles de tropas como "muy alejada de la realidad". Wolfowitz también dijo al Congreso que la guerra y la reconstrucción podría costar menos de 95 mil millones. Wolfowitz se pasó por un pelo: el precio de la guerra exede ya los 500 mil millones y podría probablemente superar el billón para el momento en que termine.

Los neoconservadores también dijeron en voz alta, de manera ingenua y equivocada, que el derocamiento de Saddam aportaría beneficios de largo alcance en la región. Fouad Ajami dice que, el vicepresidente Cheney le contó que las calles de Baghdad y Basora podrían "estallar de júbilo de la misma manera que la multitud saludó a los americanos en Kabul", y Kristol previó una reacción en el mundo árabe que sería muy saludable". Joshua Murachik predijo que la invasión "será un seismo que podría hacer temblar otras tiranías, incluyendo los mulás de Irán o la Venezuela de Hugo Chávez", Richad Perle pensó que Siria e Irán podrían "salirse del negocio del terrorismo", y Michael Ledeen reclamó "es imposible imaginar que el pueblo de Irán pudiera tolerar la tiranía en su propio país una vez que la libertad hubiese llegado a Iraq". Ninguno de estos escenarios de color de rosa llegaró a pasar.

La más constante fuente de dudas fueron las previsiones del propio Kristol, quien predijo que la ocupación requeriría solamente 75 mil tropas, y que las fuerzas de EE.UU. "probablemente serían retiradas por miles después de un año o dos". En la víspera de la invasión, el aseguró a sus lectores que "muy pocas guerras en la historia de América estuvieron mejor y más concienzudamente preparadas como esta por el actual presidente". Un mes más tarde, el anunció que "las batallas de Afganistán e Iraq han sido ganadas decisivas y honorablemente". Kristol también ridiculizó las advertencias de un conflicto suní-chií como"sociología pop" y proclamó que "no hay evidencia de todo ello. Iraq ha sido siempre muy secular".

La guerra se prolongó, y la bola (de cristal) sigue dando imágenes turbias. Él y Robert Kagan señalaron en el primer anirversario de la invasión de Iraq anunciando que, los iraquíes "han hecho enormes progresos" hacia la democracia liberal, contradiciendo las predicciones de los liberales durante la preguerra de "que Iraq podría fracturarse en un baño de sangre feudal y clánica". Nueve meses dspués, Kristol juzgó que las elecciones iraquíes de enero de 2005 serían "un punto de inflexión". Error otra vez: Iraq entró en una espiral de violencia sectaria cada vez más profunda en 2006 y 2007, y el baño de sangre que Kristol desestimaba se hizo realidad.

Esta cadena de fracasos en sus predicciones provino directamente de las creencias neocons, como con el ingenuo convencimiento de que la democracia sería fácilmente instaurada, y con la ignorancia de la realidad de Iraq y de la región. Estas creencias también los hicieron presa fácil de personas sin escrúpulos como el exiliado iraquí Ahmed Chalabi. Como los neocons asumieron que la ocupación podía ser fácil y barata, no vieron la necesidad de prepararse para una guerra prolongada, tal y como los realistas advertían. Ya que eso significaba que tendría que instaurarse un orden político estable, mediante un proceso que sería largo, caro y plagado de incertidumbres.
Los neoconservador ahora dicen que el "surge" está trabajando para que la victoria esté al alcance. Desafortunadamente esto no es verdad. Nunca hubo dudas respecto que Estados Unidos pudieran frenar la violencia incrementando el número de tropas. El asunto clave es si el "surge" podría permitir a los iraquíes crear un sistema político viable y un Ejércio efectivo que pudiese desarmar a las poderosas milicias locales. Lo que no ha sucedido, razón por la cual los Estados Unidos permanecerán estancados en Irak en un futuro previsible, mientras trata de apuntalar un gobierno que no es capaz de sostenerse así mismo.

En cualquier caso, los éxitos tácticos del "surge" que han reivindicado los neoconservadores, no pueden esconder sus fracasos estratégicos. No es que sólo nos hayan metido en el atolladero de Iraq, sino que además han incrementado el poder de Irán en la región. Líderes proiraníes gobiernan ahora en Bagdad, y las amenazas de EE.UU. dan incentivos adicionales para adquirir armas nucleares. Sorprendentemente, los neocons no podrían hacer más para ayudar a Irán y dañar a los Estados Unidos, que ni estando a nómina del propio Mahmoud Ahmadinejad.

Pero Irak no es el único fracaso de los neocons.

Mientras marchábamos hacia Bagdad, non negávamos a negociar con el "maligno" régimen de Corea del Norte, lo que posibilitó que Kin Jong Il se retirara del Tratado de Noproliferación Nuclear, y reciclara material nuclear para probar un arma de ese tipo. Los esfuerzos para contener el programa de Pyongyang hizo progresos solo después de que Bush abandonara la aproximación neonservadora a Corea del Norte, y se comprometiera en una paciente diplomacia.
Al insistir en hacer elecciones en los territorios palestinos, mientras por otro lado impedían cualquier esfuerzo verdadero para conseguir la paz, los neoconservadores ayudaron a que Hamas ganara la mayoría parlamentaria en 2006, y se hiciera la solución de los "dos Estados", que pasa por asegurar un Israel de caracter judío, más difícil de alcanzar. La subsuguiente negativa a reconocer a Hamás expuso la hipocresía de la administración de Bush en la supuesta propagación de la democracia por el mundo árabe. Y el apoyo a Israel durante la guerra de Líbano de 2006, guerra muy mal concebida estratégicamente, socavó al prooccidental gobierno de Siniora, y prolongó un conflicto que costó a Israel vidas y fortaleció a Hezbolá. Loa neoconservadores dicen que apoyan el bienestar de Israel, pero las políticas neoconservadoras producen de facto un daño profundo al Estado judío.

El enfoque neoconservador a la política exterior, empeora la imagen exterior de América, y hacen dudar a millones de personas de nuestro compromiso con el "emperio de la ley", la justicia y los derechos humanos básicos. Y mientras los Estados Unidos han fracasado, el auge de China hace que calladamente expanda su poder, prestigio e influencia.

Esto debe hacernos recordar que lo ocurrido no se debe sólo la mala suerte; fueron los encargados de formular las políticas (los neoconservadores) los que adoptaron una cosmovisión profundamente viciada que terminó logrando unos efectos tan alejados de sus objetivos declarados. En cada caso, el fracaso terminó sucediendo porque los neoconservadores inflaron las amenazas, exageraron lo que la fuerza militar podía hacer, evitaron la diplomacia e ignoraron alegramente los hechos que no se ajustaban a sus ideas preconcebidas.

También es intructivo que el único éxito de la política exterior de Bush ocurriera porque ignoró los consejos neocons. Sobre la base que fundó la administración Clinton, el equipo de Bush convenció a Libia a abandonar su programa de ADM en 2003. Un paso clave fue la decisión de renunciar al "cambio de régimen" y el de quitar a Muama el-Gadafi del poder. Bush escuchó a los neoconservadores, quienes se opusieron a este compromiso, y que de hberles hecho caso podría haber llevado a que Gadafi aún tuviera hoy ADM.

Lo inadecuado del neoconervadurismo como guía para el quehacer político ya no es discutible: hicimos los experimentos y obtuvimos los resultados. Si un médico diagnosticara enfermedades de la misma manera que los neoconservadores han malinterpretado la poítica mundial, solamente pacientes con deseos de morir se pondrían bajos sus cuidados.

Pero todavía políticos como John McCain, y medios de comunicación como el New York Times o el Washington Post siguen tratando a los neoconservadores como fuentes de sabiduría, mientras que sólo de manera ocasional conceden espacio a los realistas, cuyos consejos han demostrado ser superiores. Esto ocurre porque los consejos del realismo resultan decepcionantes para los que tienen fe y esperanza. El realismo sólo ofrece un consuelo: un país tan poderoso como los Estados Unidos puede darse el lujo de cometer tal cantidad de errores y sobrevivir. Pero esto es un pequeño consuelo cuando uno contempla el conjunto de problemas que heredará el próximo presidente por culpa del momento neoconservador. Hasta los políticos y los medios de comunicación ponen al neoconservadurismo en el mismo saco que al leninismo, al Lysenkoismo, a la frenolgía y otras creencias fallidas. Cualquiera que quiera hacer más eficaz la política exterior de EE.UU. debería desengañarse del neoconservadurismo.

Stephen M. Walt es profesor de Relaciones Internacionales la John F. Kennedy School of Government de Harvard.


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Muravchik responde:
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ESTEPHEN WALT me ha convertido al realismo. Si la política de EE.UU. de contención mundial encorsetó al comunismo at ravés de alianzas, de abundantes bases en ultramar, de la ayuda externa masiva, de los miles de millones gastados en la guerra ideológica, respresentan al realismo. Y si las políticas y la encendida retóricas anticomunistas de Ronald Reagan, la Doctrina Reagan, el National Endowment for Democracy, la acumulación de capacidades militares y de inteligencia, o el programa antimisil de "Guera de la Galaxias" representan al realismo, yo firmo.

Me burlaré de la metodología de Walt: las notas a pie de página llevan un barniz academicista de grueso y deshonesto argumento. Así, el cita a William Kristol cuando subestimaba las fuerzas necesarias para ocupar Irak, pero no menciona que poco después el abogó por enviar más. El dice que desea el bien a Israel, pero también formuló una diatriba contra ese país muy celebrada entre los devotos de la destrucción de Israel. (Recientemente un convencido militarnte de Hamás de Chicago, utilizó el trabajo de Walt para justificar los actos de esa organización) Walt dice que los neoconservadores siempre fallan por prescindir del realismo, pero el mundo hace caso a la primera e ignora a la segunda. ¿Puede hacerse algo tan autodestructivo?

Walt se celebra a sí mismo diciendo que los realistas únicamente ven "el mundo como realmente es". Pero el mundo real está lleno de matices y a menudo es ambiguo. El mundo de Walt es un mundo de cifras, hombres de paja, parodias y exageraciones. ¿Es Maliki un "lider proiraní"? Sí, pero también es proamericano y está luchando contra las milicias saderistas de orientación proiraní y antiamericanas.

Ahora bien, ¿está verdaderamente feliz Ahmadineyad por tener a las tropas de EE.UU. en sus fronteras? ¿Realmente los neocons llaman a nuestros enemigos "monolito perfectamente entrelazado"? Si es así, ¿porqué no se cita?

Walt atribuye al realismo cualquier política exitosa y a los neocons los fracasos, torciendo las cosas para que encajen. Pinta la contención como política realista basado en el papel fundacional de George Kennan. La estrategia que Walt dijo que "ganó la guerra fría" tuvo una duración de cuarenta años, y que la escribió Kennan por el hecho de ser un intelectual realista. Pero he aquí Kennan : "La hábil y vigilante aplicación contrafuerzas en una serie de cambiantes puntos geográficos y políticos". He aquí Walt: "Prevenir que Moscú se heciera con los centros claves de poder industrial que están cerca de sus fronteras".Walt alardea de que los realistas se oposieron a la guerra de Vietnam, algo que se desprendía de la estrategia de contención. Pero no se puede tener ambas cosas a la vez. El colgarse la medalla por la contención y por la oposición a la guerra de Vietnam.

¿Estuvieron las políticas realistas "ceñidas al ideal realista"? Walt caricaturiza a Reagan cuando dice que la principal acción hacia la URSS fue la venta de grano. Pero entonces, ¿por qué TASS, por ejemplo, llamó a Reagan un "belicoso lunático anticomunista"?

Walt dice que Gadafi renunció a su proyecto nuclear debido a que los americanos renunciaron al cambio de régimen. Supongo que no tiene noticia de la invasión de Iraq. Los neocons de línea dura de Bush, dice Walt, causaron que Pyongyang renunciara al TNP, pero los norcoreanos han estado violando el TNP durante quince años y han producido una bomba, según la inteligencia de EE.UU., antes de que Bush tomara posesión. Walt cita a Edward Luttwak, para insinuar que los neocons, a diferencia de los realistas, se opusioron a la primera guerra del Golfo (la buena). ¿Pero qué pinta aquí Luttwak como neocon, que es alguien cuyo mantra es que la economía gana a la política? Actualmente, los neocons apoyan la guerra unánimemente, mientras los realistas está divididos.

Walt declara que el surge (de inspiración neocon) es un fracaso, y las negociaciones con Pyongyang (de inspiración realista) son un éxito. ¿Pero cómo puede conocer los resultados de esos asuntos cuando todavía no han concluido esos procesos? El intenta retratar a los realistas como proféticos, yl propósito de las notas a pie de página es la de encubrir su vaguedad.

Como Walt comienza por citar a Walt, así que me dio por buscar, y en contre que en 1987 él escribió lo siguiente:

"El actual equilibrio del poder mundial(...)es muy probable que permanezcaa estable".

Oops!!

Y en un papel postguerrafría de 1990 Walt trató de preveer algunas cosas, he aquí varias de ellas.

Las percepciones de la rivalidad entre EE.UU. y Japón están creciendo, ahora que la amenza soviética no proporciona motivos poderosos para la cooperación.

Los Estados de Europa Oriental podrían inclinarse a Occidente si la amenaza soviética apareciera otra vez, o inclinarse hacia Moscú si la Alemania reunifacda representase un mayor peligro.

Respecto a la OTAN, la optimista retórica sobre el mantenimiento de la "Comunidad Atlántica" podría ser vista con escepticismo.

Los realistas, dice Walt, saben que "todas las Grandes Potencias tienden a pensar que la difusión de sus propios valores es beneficiosa para los demás". Además de ser una suposición erronea (Hitler no pensaba de esa manera), nos lleva finalmente al genuino realismo. ¿Si no hay diferencias enter la difusión de comunsimo y la difusión de la democracia, entre la Alemania Occidental y la Oriental? Como pudo decir Walt que los realistas "no son relativistas morales y no están desinteresados por los valores". Desde luego no explica dónde apoya esas declaraciones. Dos párrafos más adelante el anota con satisfacción que la retirada americana de Vietnam terminó en que ese país adoptó el "libre mercado y normalizó las relaciones con Washington", y lo dice sin derramar una lágrima por los genocidios de Camboya y de los refugiados vietnamitas.

Dando por descontado su polémica deshonesta, los casos en lo que Walt se sustenta se reducen a los fallos de los neocons en las políticas que decidieron respaldar en Iraq. Pero el mero hecho de oponerse a la guerra no es suficiente. América debía encontrar una respuesta a lo ocurrido el 11 de septiembre, sin que hasta la fecha hayan ofrecido nada.


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Walt responde:
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JOSHUA MURAVCHIK quiere hacernos creer que los neoconservadores son sólo enérgicos liberales internacionalistas, a pesar de que los propios neoconservadores aprovechan cualquier oportunidad para condenar a los liberales. Y mientras intenta hacernos creer eso, los neoconservadores presumen de ser los únicos con un enfoque que puede rehacer el mundo a la imagen de América. Y mediante la actual pretensión de que los neocons son una versión de los viejos wilsonianos, él busca lograr crédito en los mismos lugares donde es imposible negar la responsabilidad de los neoconservadores por haber cosechado fracasos.

Muravchik comienza culpando de la Segunda Guerra Mundial al realismo. Esto implica que la guerra podría haber sido evitada si los conservadores hubieran gobernado. Lo que no deja de ser una tontería, los neoconservadores no existían antes de la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, el periodo de entreguerras fue caracterizado menos por el realismo, que por un desubicado idealismo (¿recuerdan el pacto Briand-Kellog?). Por lo que no es casual que uno de los más reseñables y clásicos trabajos realistas, fuera el libro de E.H. Carr "La crisis de los veinte años" del año 1939. Que fue una incisiva crítica a la diplomacia idealista de la entreguerra.

Más grave ha sido el recurrente tema neoconservador de que el énfasis en la pureza ideológica habría sido la receta que hubiese impedido el desastre. Pero en verdad, la clave de los problemas estratégicos en la década de los 30 fue la presencia de dictaduras revisionistas: Alemania, Italia, Japón y la Unión Soviética. Y en estas circunstancias, cualquier intento serio para frenar a Hitler habría requerido el llegar a un acuerdo con el asesino de Stalin. Algo que presumiblemente las políticas neoconservadoras no pueden soportar. Por el contrario, los neoconservadores podrían haber llevado a América a usar la fuerza contra todos estos tiranos e imponer la democracia, a un costo inconmensurable. La Segunda Guerra Mundial fue una tragedia, está claro, pero Muravchik quita valor al hecho de que fianalmente se pagara un precio comparativamente pequeño (comparado con lo que hubiera sido hacer la guerra a la vez a la Alemania Nazi y a la Unión Soviética) por el que los EE.UU. surgieron luego como la potencia dominante en el mundo.

Muravchik retrata el orden de la posguerra sobre la misma base de lo anterior. Pero no puede ignorarse que los verdaderos arquitectos de la contención fueron los realistas, quienes comprendieron que los Estados Unidos debían conger el papel de lider contra la Unión Soviética, mientras se reconocía que las instituciones multinacionales como las Naciones Unidas y la OTAN, podrían ser útiles para ese fin. La contención no fue un diseño neoconservador, como Muravchik trata de hacer creer, sencillamente porque no había neoconservadores antes de 1950. Además, los primeros neocons que aparecieron, como Irving Kristol, se opusieron a la contención y estuvieron de acuerdo con la política de "roll back" como sustituta. Los neoconservadores tambiél fueron abiertamente escépticos con las instituciones internacionales, y especialmente despreciativos con la OTAN. En verdad si los neocon fueron una fuerza influyente después de la Segunda Guerra Mundial, las alianzas que ganaron la guerra fría nunca se habrían creado, y la Tercera Guerra Mundial hubiera sido mucho más probable.

Como cabía esperar, Muravchik intenta reclutar a Ronald Reagan dentro del panteón neoconservador, pero resulta contradictorio con sus propias palabras. Muravchik dijo que el apoyo a Iraq durante la guerra contra Irán fue "uno de las tonterías más descaradas de los realistas", y dijo que ese apoyo llevó a la guerra de 1991 en el Golfo. ¿Olvidó acaso Muravchik que el apoyo de EE.UU. a Saddam comenzó bajo la presidencia de Ronald Reagan? ¿Y deberíamos pensar que Muravchik prefería que Irán ganara la guerra?

Muravchik concluye afirmando que el realismo "no ha ofrecido virtualemente nada para encarar el terrorismo", excepto "romper la amistad de América con Israel". Se equivoca otra vez. Después del 11-S, los realistas avisaron que era mejor concentrarse en Al Qaeda y llamaron la atención de que invadir Iraq era una diversión estúpida. Los realistas abogaron duramente por usar la diplomacion con Irán y Siria, y por un compromiso equitativo en el desarrollo del proceso de paz israelo-palestino como parte de un amplio esfuerzo por socavar el extremismo islámico. Los realistas no abogaron por "romper la amistad con Israel". Lo que los realistas pretenden es que hayan unas relaciones normales con Israel, y se oponen al autodestrivo esfuerzo por colonizar los territorios ocupados, lo que resulta en un mucho mejor enfoque, tanto para Estados Unidos como para Israel

Los neoconservadores tenían una respuesta para el 11-S. El resultado es que: estamos empantandos en Bagdad, el talibán está regresando, Osama bin Laden sigue en libertad, Hezbollah y Hamas (por no hablar de Irán) son ahora más poderosos, e Israel está cerca de convertirse en un Estado de apartheid. Si piensa que esto son progresos, entonces debe justarse a los neocons.

Finalmente, Muravchik dice que los neoconservadores "tratan la moral con puridad(...)y como una alta prioridad, más de lo que hacen los realistas", pero esta postura demuestra poca preocupación por los seres humanos ordinarios. El no expresa remordimiento por el sufrimiento que los neoconservadores están provocando ahora en Iraq. Lo que les importa a ellos es la política de Washington, no los cientos de miles de refugiados que tuvieron que dejar sus hogares, o las decenas de miles de patriotas americanos que han sido muertos o heridos. Así que debe escucharse con atención a los neoconservadores cuando estos hablan de convicciones "morales". Acompañados de gente así, los realistas que se opusieron a la guerra pueden seguir manteniéndose orgullosos.